Multilingual review:
Muchos aplausos y muchos abucheos caracterizaron la ejecucion, despues de varios años, del celebre diptico verista italiano en el Teatro alla Scala de Milan.
“Pagliacci” abriò la noche con una de las peores compañias de canto presentadas en este teatro: dejando fuera de esta critica la voz pequeña pero agradable del Arlecchino de Celso Albelo, la voz mas tenoril que baritonal del Silvio de Mario Cassi y la prueba sin ningun valor de Ambrogio Maestri, vamos a concentrar nuestra reseña sobre Oksana Dyka y José Cura.
La Nedda de la nueva soprano “lirico spinto” de hoy resultò ser indecente y no adecuado al papel del personaje. La Dyka no posee ni la voz importante que muchas agencias alabaron (quien la escucha se puede dar cuenta que tiene una voz demasiado inflada y forzada) ni la tecnica necesaria para enfrentar un papel elementar como el de “Nedda” en dicha opera: la voz resulta siempre vulgar y sin apoyo en la parte central y desquiciada y desagradable en la parte aguda. Muchos abucheos y contestaciones para ella durante los aplausos. Pero no tantos como los que llenaron teatro al momento de la salida invidual de José Cura.
No es reciente su manera de cantar tan corriente y vulgar, fuera de todas las fundamentales reglas del canto. Ahora, como nos demostrò la otra noche como Canio, resulta improponible en el registro agudo, sin “legato”: no le fue suficiente la agil y veloz direccion de Harding para cubrir evidentes fallas e incluso lograr ir a tiempo con la orquesta, como en el desastroso monologo.
Tras una ora y media de infierno, se presentò en la escena Luciana D’Intino como Santuzza, haciendo muestra de su profesionalidad como cantante antes que nada pero tambien como actriz demostrando como una cantante puede ganar triunfos y aplausos aun sin instrumentos adecuados. La D’Intino saliò ganando sobre todos los cantates por sus intenciones interpretativas, por su fraseo enseñando una Santuzza debil, sin el color del pasado, pero siempre precisa en los tiempos. Sobresaliò en el dueto con Licitra, el unico que posee calidad y cantitad vocal sin saber lo que es cantar: puro tenorismo gritado y vulgar, desafinado y fuera de lugar en cada momento de la partitura. El tambien, en oposicion al triunfo de Luciana D’Intino, recibiò muchos abucheos de parte del publico. Claudio Sgura, cuyo Alfio no ofreciò grandes demostraciones de canto con una voz dura y pesada, y Giuseppina Piunti (Lola), buena actriz y sobria cantante, recibieron palidos aplausos, junto a Elena Zilio (Santuzza).
Daniel Harding diò una interpretacion nueva, personal a las dos operas: dirigiò la orquesta sacando un sonido limpio, pulido, precisio en los tiempos y capaz de alterarlos si los cantates lo necesitaban. En Pagliacci alternò tiempos sinfonicos con tiempos totalmente nuevos para la opera italiana, llenos de colores modernos. En cambio en Cavalleria faltò el color mediteraneo, de sangre y pasion que caracteriza la partitura orquestal.
Nos pareciò un director joven con muchas capacidades, buena tecnica e ideas interesantes, pero sin conciencia de la historia del repertorio lirico.
Triunfo para el al final de Cavalleria, algunas constestaciones en Pagliacci.
Las escenas de Martone recibieron al mismo tiempo aplausos y abucheos (creo injustos) de parte del publico. El director de escena le diò al clavo en las dos operas, le atinò al tema, a la historia: hubo, claro, algunas incongruencias como el burdel incial en Cavalleria, pero supo encontrar gestos adecuados y eficaces, dibujando paisajes y personajes con claridad y sensatez. Un espectaculo escenograficamente bonito y agradable lejos de las recientes producciones de la era Lissner del Teatro alla Scala. - Hipolito Lazaro
Kein friedlicher Abend in der Mailänder Scala am 18. Januar bei der Premiere von Leoncavallos „Der Bajazzo“ und Mascagnis „Cavalleria rusticana“, die mit viel Applaus und genauso vielen Buuhs begrüßt wurden. Daniel Harding präsentierte eine ausdrücklich persönliche Lektüre der beiden veristischen Meisterwerke, dirigierte mit Autorität und technischer Sicherheit, gab Farben und Untertöne zu hören, an die man sonst nicht gewöhnt ist. Trotz der einigen Buuhs, die er nach dem „Bajazzo“ erntete, und der farbenreichen, aber doch etwas kühlen „Cavalleria“, ist Harding mit Sicherheit der erste Dirigent an der Scala, der, nach Jahren peinlicher Leistungen seitens Barenboim, Dudamel, Gatti und der französischsprachigen Dirigenten im italienischen Repertoire, das Orchester ein bedeutendes klangliches und interpretatives Niveau erreichen ließ.
Bei aller Kritik muss man aber auch in Betracht ziehen, was der junge englische Dirigent mit dem äußerst unzulänglichen Sängerteam überhaupt zu tun imstande war. Denn außer der Santuzza der nun nicht mehr sehr jungen Luciana D’Intino, lag das allgemeine gesangliche Niveau in den beiden Einaktern unterhalb des Akzeptablen. Deswegen wurden im „Bajazzo“ Jose Cura wegen seines in allen Registern mühseligen, kehligen und vor Atemmangel erstickenden Canio, als auch Oksana Dyka (zukünftige Tosca an der Scala) für ihre stimmlich obszöne Darstellung der letztendlich ziemlich einfachen Rolle der Nedda und in der „Cavalleria“ der Tenor Salvatore Licitra besonders für die großen Schwierigkeiten im hohen Register heftig ausgebuht. Luciana D’Intino erwies sich als die Einzige, die imstande gewesen ist, sich glaubwürdig in die Figur der Santuzza hineinzuleben und mit der nunmehr äußerst imperfekten, von der 25-jährigen Karriere ausgetragenen Stimme doch Phrasen von großer Schönheit und vokaler Präzision hervorzubringen.
Ungerecht scheinen uns hingegen die Buuhs gegen den Regisseur Mario Martone, der die beiden Einakter durch minimale, ja minimalistische szenischen Mitteln mit großer Poesie und Exaktheit darzustellen gewusst hat. - Giuditta Pasta
Last Tuesday was a “difficult” night at La Scala, Milan. The new production of the traditional Verismo coupling Pagliacci/Cavalleria rusticana got a mixed reception, with strong applause and even stronger boos, mainly addressed to the vocal soloists, with the notable exception of Luciana d’Intino, and to director Mario Martone.
Conductor Daniel Harding had a good success and he deserved it: under his baton the Orchestra and Chorus of La Scala worked much better than with such conductors as Barenboim, Gatti, Dudamel, just to name a few, even if the sound was not Italian enough for this music and in Cavalleria, in particular, there was a patent lack of Mediterranean passion and inspiration. Perhaps Maestro Harding is still too young and unexperienced to achieve the optimal balance between tradition and innovation in this often underestimated, but rather difficult repertory.
Many efforts, but not in the good direction, came from the leading singers in Pagliacci. Tenor José Cura showed his usual vulgar and brutal way of “singing” with little, if any, traces of what his voice used to be. In short, a disaster. Even worse the Nedda, Oksana Dyka, who in spite of supporting singing agencies and “friendly” specialized press has neither the voice nor the technique to sing in a theater like La Scala, or in any theater of some importance. Often out of tune, with a grotesquely pumped lower register and a total lack of legato, the singer will be heard again at La Scala next month as Tosca (!).
Luciana d’Intino as Santuzza sang with the remains of a powerful mezzo voice and reminded the audience – and her colleagues, in particular tenor Salvatore Licitra/Turiddu – that a professional singer needs very little voice to get a triumph, if he or she has got some technique and artistic sensibility left. The latter was not the case for Mr. Licitra, who is fresher, but not more refined or adequate, than Mr. Cura.
Martone signed an interesting production, with a modern-day setting for Leoncavallo (a rather usual solution, nowadays) and a traditional, yet essential and suggestive mise en scene for Mascagni. It is not a show that will change the history of opera interpretation, but a good effort to say “something new” without the usual, and usurated, “coats” of the German tradition or the boring visual effects of too many recent productions seen at La Scala. - Antonio Tamburini
Muchos aplausos y muchos abucheos caracterizaron la ejecucion, despues de varios años, del celebre diptico verista italiano en el Teatro alla Scala de Milan.
“Pagliacci” abriò la noche con una de las peores compañias de canto presentadas en este teatro: dejando fuera de esta critica la voz pequeña pero agradable del Arlecchino de Celso Albelo, la voz mas tenoril que baritonal del Silvio de Mario Cassi y la prueba sin ningun valor de Ambrogio Maestri, vamos a concentrar nuestra reseña sobre Oksana Dyka y José Cura.
La Nedda de la nueva soprano “lirico spinto” de hoy resultò ser indecente y no adecuado al papel del personaje. La Dyka no posee ni la voz importante que muchas agencias alabaron (quien la escucha se puede dar cuenta que tiene una voz demasiado inflada y forzada) ni la tecnica necesaria para enfrentar un papel elementar como el de “Nedda” en dicha opera: la voz resulta siempre vulgar y sin apoyo en la parte central y desquiciada y desagradable en la parte aguda. Muchos abucheos y contestaciones para ella durante los aplausos. Pero no tantos como los que llenaron teatro al momento de la salida invidual de José Cura.
No es reciente su manera de cantar tan corriente y vulgar, fuera de todas las fundamentales reglas del canto. Ahora, como nos demostrò la otra noche como Canio, resulta improponible en el registro agudo, sin “legato”: no le fue suficiente la agil y veloz direccion de Harding para cubrir evidentes fallas e incluso lograr ir a tiempo con la orquesta, como en el desastroso monologo.
Tras una ora y media de infierno, se presentò en la escena Luciana D’Intino como Santuzza, haciendo muestra de su profesionalidad como cantante antes que nada pero tambien como actriz demostrando como una cantante puede ganar triunfos y aplausos aun sin instrumentos adecuados. La D’Intino saliò ganando sobre todos los cantates por sus intenciones interpretativas, por su fraseo enseñando una Santuzza debil, sin el color del pasado, pero siempre precisa en los tiempos. Sobresaliò en el dueto con Licitra, el unico que posee calidad y cantitad vocal sin saber lo que es cantar: puro tenorismo gritado y vulgar, desafinado y fuera de lugar en cada momento de la partitura. El tambien, en oposicion al triunfo de Luciana D’Intino, recibiò muchos abucheos de parte del publico. Claudio Sgura, cuyo Alfio no ofreciò grandes demostraciones de canto con una voz dura y pesada, y Giuseppina Piunti (Lola), buena actriz y sobria cantante, recibieron palidos aplausos, junto a Elena Zilio (Santuzza).
Daniel Harding diò una interpretacion nueva, personal a las dos operas: dirigiò la orquesta sacando un sonido limpio, pulido, precisio en los tiempos y capaz de alterarlos si los cantates lo necesitaban. En Pagliacci alternò tiempos sinfonicos con tiempos totalmente nuevos para la opera italiana, llenos de colores modernos. En cambio en Cavalleria faltò el color mediteraneo, de sangre y pasion que caracteriza la partitura orquestal.
Nos pareciò un director joven con muchas capacidades, buena tecnica e ideas interesantes, pero sin conciencia de la historia del repertorio lirico.
Triunfo para el al final de Cavalleria, algunas constestaciones en Pagliacci.
Las escenas de Martone recibieron al mismo tiempo aplausos y abucheos (creo injustos) de parte del publico. El director de escena le diò al clavo en las dos operas, le atinò al tema, a la historia: hubo, claro, algunas incongruencias como el burdel incial en Cavalleria, pero supo encontrar gestos adecuados y eficaces, dibujando paisajes y personajes con claridad y sensatez. Un espectaculo escenograficamente bonito y agradable lejos de las recientes producciones de la era Lissner del Teatro alla Scala. - Hipolito Lazaro
Kein friedlicher Abend in der Mailänder Scala am 18. Januar bei der Premiere von Leoncavallos „Der Bajazzo“ und Mascagnis „Cavalleria rusticana“, die mit viel Applaus und genauso vielen Buuhs begrüßt wurden. Daniel Harding präsentierte eine ausdrücklich persönliche Lektüre der beiden veristischen Meisterwerke, dirigierte mit Autorität und technischer Sicherheit, gab Farben und Untertöne zu hören, an die man sonst nicht gewöhnt ist. Trotz der einigen Buuhs, die er nach dem „Bajazzo“ erntete, und der farbenreichen, aber doch etwas kühlen „Cavalleria“, ist Harding mit Sicherheit der erste Dirigent an der Scala, der, nach Jahren peinlicher Leistungen seitens Barenboim, Dudamel, Gatti und der französischsprachigen Dirigenten im italienischen Repertoire, das Orchester ein bedeutendes klangliches und interpretatives Niveau erreichen ließ.
Bei aller Kritik muss man aber auch in Betracht ziehen, was der junge englische Dirigent mit dem äußerst unzulänglichen Sängerteam überhaupt zu tun imstande war. Denn außer der Santuzza der nun nicht mehr sehr jungen Luciana D’Intino, lag das allgemeine gesangliche Niveau in den beiden Einaktern unterhalb des Akzeptablen. Deswegen wurden im „Bajazzo“ Jose Cura wegen seines in allen Registern mühseligen, kehligen und vor Atemmangel erstickenden Canio, als auch Oksana Dyka (zukünftige Tosca an der Scala) für ihre stimmlich obszöne Darstellung der letztendlich ziemlich einfachen Rolle der Nedda und in der „Cavalleria“ der Tenor Salvatore Licitra besonders für die großen Schwierigkeiten im hohen Register heftig ausgebuht. Luciana D’Intino erwies sich als die Einzige, die imstande gewesen ist, sich glaubwürdig in die Figur der Santuzza hineinzuleben und mit der nunmehr äußerst imperfekten, von der 25-jährigen Karriere ausgetragenen Stimme doch Phrasen von großer Schönheit und vokaler Präzision hervorzubringen.
Ungerecht scheinen uns hingegen die Buuhs gegen den Regisseur Mario Martone, der die beiden Einakter durch minimale, ja minimalistische szenischen Mitteln mit großer Poesie und Exaktheit darzustellen gewusst hat. - Giuditta Pasta
Last Tuesday was a “difficult” night at La Scala, Milan. The new production of the traditional Verismo coupling Pagliacci/Cavalleria rusticana got a mixed reception, with strong applause and even stronger boos, mainly addressed to the vocal soloists, with the notable exception of Luciana d’Intino, and to director Mario Martone.
Conductor Daniel Harding had a good success and he deserved it: under his baton the Orchestra and Chorus of La Scala worked much better than with such conductors as Barenboim, Gatti, Dudamel, just to name a few, even if the sound was not Italian enough for this music and in Cavalleria, in particular, there was a patent lack of Mediterranean passion and inspiration. Perhaps Maestro Harding is still too young and unexperienced to achieve the optimal balance between tradition and innovation in this often underestimated, but rather difficult repertory.
Many efforts, but not in the good direction, came from the leading singers in Pagliacci. Tenor José Cura showed his usual vulgar and brutal way of “singing” with little, if any, traces of what his voice used to be. In short, a disaster. Even worse the Nedda, Oksana Dyka, who in spite of supporting singing agencies and “friendly” specialized press has neither the voice nor the technique to sing in a theater like La Scala, or in any theater of some importance. Often out of tune, with a grotesquely pumped lower register and a total lack of legato, the singer will be heard again at La Scala next month as Tosca (!).
Luciana d’Intino as Santuzza sang with the remains of a powerful mezzo voice and reminded the audience – and her colleagues, in particular tenor Salvatore Licitra/Turiddu – that a professional singer needs very little voice to get a triumph, if he or she has got some technique and artistic sensibility left. The latter was not the case for Mr. Licitra, who is fresher, but not more refined or adequate, than Mr. Cura.
Martone signed an interesting production, with a modern-day setting for Leoncavallo (a rather usual solution, nowadays) and a traditional, yet essential and suggestive mise en scene for Mascagni. It is not a show that will change the history of opera interpretation, but a good effort to say “something new” without the usual, and usurated, “coats” of the German tradition or the boring visual effects of too many recent productions seen at La Scala. - Antonio Tamburini
3 commenti:
Giulia e Domenico,
quando pubblicherete la critica in milanese?
In milanese sarebbe fantastico. Per mia parte, mi offro per una traduzione in Veneziano corrente.
perche non in torinese,o anche in foggiano perchè anche se abito a Torino ormai dal lontano 1962 la mia origine è nel foggiano
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